sábado, 25 de junio de 2011

I'll be in every beat of your heart 
When you face the unknown 
Wherever you fly 
This isn't goodbye 
My love will follow you stay with you 
Baby you're never alone.

viernes, 24 de junio de 2011


Quiero burlarme del tiempo, escupir a los kilómetros, secar lágrimas, dejar de estar triste para estar contento. Lejos... ¿Lejos? Quiero irme lejos, pero contigo, y poder dejar  la carga de esta pena  en este escrito.  

miércoles, 22 de junio de 2011

jueves, 16 de junio de 2011

Personas que nacen con la lucha como lema, el esfuerzo por bandera, el sufrimiento por condena y la victoria en sus venas.

miércoles, 15 de junio de 2011


Hola otra vez. Te estuve buscando insistentemente, pero no te encontré. Volví a los lugares donde solíamos ir, recorrí cada camino como si fuese el ayer, pero no te encontré. Entré al salón de primer grado donde nos conocimos, agarré una tiza y dibujé en el pizarrón, pero no había nadie que contemplase mi obra maestra.  Visité la heladería donde me regalaste una confesión de amor junto con un helado de frutilla y vainilla, pero las palabras se las lleva el viento y sólo escuche un susurro incesable e incomprensible. Luego fui a aquel viejo boliche donde festejamos el día de los enamorado, habías bailado una canción lenta, no se si recuerdas, y la bailé, una y otra vez, pero el calor de tus manos rodeando mis caderas se había ido, y tuve miedo de caer. Me senté a ver el atardecer en el mismo lugar donde nos hundimos en los labios del otro por primera vez, pero el sentimiento se había perdido; la timidez, los nervios, ese cosquilleo incansable que se siente en el momento de emprender un viaje a lo desconocido se habían ido junto con el tiempo. Te busqué, juro que lo hice. Juro que nunca te quise dejar ir, y que aún después de haberte perdido, te busqué. Así fue como llegué aquí, a este viejo banco de madera, despintado por el tiempo; si lo pudieses ver, esta de un color marrón gastado. Perdió aquel rojo que tenía el día que me dijiste que te ibas a marchar, que me agarraste suavemente el rostro limpiando esa lágrima que recorría mi mejilla demostrando el dolor que sentía y me besaste delicadamente la frente mientras me decías 'adiós'. Me acuerdo que no me despedí, me había quedado paralizada ante la repentina despedida. En cambio, me quedé sentada en aquel asiento que había servido de escenario para nuestra inminente separación. Veía como te alejabas hacia la vías del tren mientras éste se acercaba a prisa con ese sonido tan peculiar; sin embargo veía pero no mirada, escuchaba pero no oía, habían tomado lugar en mi cabeza los recuerdos que teníamos y aquel adiós que hubiese preferido olvidar pero que mi memoria conservó con el paso de los años. ¿Sabes que fue lo curioso de esto? que desde aquel momento dejé de llorar y preferí dejarme caer en la frialdad de un corazón roto. ¿Recuerdas cómo solías describirme? Solías decir que estaba loca, que una persona normal no bailaba en mitad de la calle, no cantaba en la vereda, no lloraba por cada desgracia del mundo ni le encontraba un lado positivo a todo, pero que a pesar de todo yo era una loca feliz. En ese momento descubriste la ventaja de la inocencia y la locura. Te diste cuenta que vivir en un mundo paralelo en las nubes no significaba ignorar la realidad sino que era solamente otro punto de vista. También confiabas en que había miles de razones por las cuales me amabas y que sin embargo me hubieses amado igual sin razón alguna. Tenías razón, estaba loca. Pero hace rato dejé de ser así. Deje de reír, de llorar, de amar. Tuve otros amoríos, lo se, pero no fueron mas que pasajeros. Sabes, me mudé a un departamento cerca de la universidad y deje por fin a mis padres solos. Mientras desmantelaba mi placar y decidía qué iba a venir conmigo y qué no encontré una caja. Era una caja verde con dinosaurios amarillos, o eso parecía ser cuando me la regalaste en tercer grado de primaria. Desde ese día que guardé todo allí; cartas, fotos, risas, llantos, todo lo que habíamos  y cuando la destapé ¡No te imaginas la sensación que sentí! Fue como si una ola de recuerdos me pegase justo en la cara. Me quedé un rato sentada sobre mi cama recordando. Tantos momentos habíamos pasado juntos, tantos años. Recuerdo como si fuese ayer el día en que prometimos ser amigos para siempre, fue tan real esa promesa, creíamos que nada ni nadie se iba a interponer entre nosotros; hubiese deseado que fuese de esa manera. Así que decidí salir en aquel recorrido que me trajo aquí, a esta vieja banca, con esta lapicera y este anotador para escribirte esta carta sin algún propósito definido. Tal vez la haya hecho para despedirme apropiadamente, para cerrar ese capitulo inconcluso, o tal vez simplemente para recordarme a mi misma que no siempre mi vida fue igual. En el camino hacia acá vine cantando esa canción que aprendimos en primaria sobre un hipopótamo y un mono, no sé si te la recordarás, igual lo importante es el hecho de que cante en la mitad de la calle sin que me importen las miradas y el que dirán, simplemente porque quise. Eso se lo debo a vos, por mas de que yo era la loca, nunca hubiese llegado a ser tan feliz sin vos, gracias. Ojalá pueda aprender a ser así de feliz sin importarme el resto para siempre. Bueno, ha llegado el fin. El reloj dio las 21:00hs, el frío acecha y tengo que volver a casa. Lo único que me queda por decir es: gracias por las alegrías compartidas y perdón por las decepciones que te causé; y así me despido viejo amigo, viejo compañero. Espero que cuando vuelvas leas esta carta y comprendas lo que fuiste para mi.

Hasta pronto.
                                                                                                                               Con amor. Madeleine.
Suerte que la vida no es una película, ¿Para que querría que mi vida solo durara dos horas y media?