viernes, 28 de octubre de 2011

Lo vi directo a sus ojos y por primera vez descubrí algo que nunca había visto, descubrí la otra cara de la moneda. Es increíble como las palabras de enojo, de odio, la mentiras, todo se había ido y solo quedaba su mirada. Era una mirada extraña, que nunca le había visto antes pero de la cual pude haber escrito más cosas que con cualquier conversación. Era tan profunda, tan intensa, que sólo pude ir y abrazarlo. Y ahí fue cuando sentí su lágrima caer de su pera hacia el borde de mi nariz. Esa fue la primer vez que pude asegurar, con la mayor certeza posible, de que decía la verdad, que estaba arrepentido, nunca hubiese llorado de no ser así, era demasiado orgulloso y duro para que eso pasase. Sin duda era un momento que hubiese deseado congelar, como fuera, de la manera en que se pudiese. Pero sólo me quedaba seguir y darme cuenta si había cometido un error, o era en serio el primer paso de quién sabe qué cambios.

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